Llegar a la final de los Juegos Bonaerenses en Mar del Plata fue uno de los momentos más emocionantes de mi carrera deportiva. La disciplina de acuatlón combina 400 metros de natación seguidos de 4 kilómetros de carrera, lo que requiere una preparación muy específica.

Durante meses me preparé tanto en la pileta como en la pista, trabajando las transiciones y la resistencia necesaria para ambas disciplinas. El día de la competencia, los nervios estaban a flor de piel, pero logré mantener la concentración y dar lo mejor de mí representando a La Matanza.

La lesión que tuve mientras entrenaba en el club del personal del Banco Central fue un momento difícil, pero también una oportunidad de crecimiento. Cuando llegué a la Asociación Atlética de Parque Chacabuco hace tres años, no sabía qué esperar.

Sin embargo, encontré no solo un lugar para entrenar, sino una verdadera familia deportiva. Los entrenamientos son exigentes pero el ambiente es increíble. Mis compañeros de entrenamiento se han convertido en grandes amigos y el apoyo mutuo es constante.

Pasar de las competencias locales de CADAV y los maratones fiscalizados por UNLAM a competir de forma federativa en el CENARD ha sido todo un desafío. El nivel de competencia es mucho más alto y la preparación debe ser más específica.

Mi mejor tiempo en 1500m lo logré justamente en una competencia del CENARD, marcando 6:43. Cada competencia es una oportunidad de aprender y mejorar, y aunque el camino es exigente, cada pequeño progreso vale la pena.